Comentario
Los impulsos cambiantes producidos a partir del origen de la ciudad, en la que nuevas fuerzas económicas y sociales generan energías provocadoras del progreso y de las luchas internas, al mismo tiempo que el desarrollo de las posibilidades objetivas del conocimiento, provocaron a lo largo del período arcaico un movimiento intelectual destinado a tener enormes consecuencias, pues, en definitiva, se trataba del origen de la filosofía. Es, desde luego, difícil separar a ésta de las concepciones míticas que intentan dar una explicación del mundo a través de una narración simbólica, creadoras de lazos de causa y efecto fantasmagóricos. El paso del mito al logos se produce casi imperceptiblemente en ese proceso en el que, en las nuevas condiciones de la polis, la percepción del cambio se hace más controlable por algunos sectores de la sociedad.
Formalmente, el lenguaje escrito parece imponer sus condiciones, al menos de manera parcial. El metro, propio de la poesía, permite la conservación de la tradición oral, motivo de culto a la diosa Mnemosyne. Sobre el lenguaje escrito se facilita la aparición de la prosa, modo de fijar la exposición de temas y argumentos capaces de contener formas específicas de razonamiento. Los nuevos pensadores tienden a expresarse a través de la prosa, aunque muchos de ellos continúen con el uso del verso, como Empédocles de Agrigento, Jenófanes de Colofón o Parménides de Elea, todos ellos pertenecientes al ambiente colonial de Sicilia o la Magna Grecia, donde también ejerció su actividad Pitágoras, que tuvo que marchar de su patria, Samos, por las circunstancias políticas de la época.
Los ambientes en que se extiende la filosofía participan, de todos modos, de los rasgos de las comunidades de tipo religioso. Las escuelas vienen a ser desarrollos de comunidades de ese tipo. Por ello, la expresión en prosa está también lejos de convertirse en un modo de comunicación racional y distanciado. Se ha dicho que cuando Tales encuentra en el agua el principio de todas las cosas, la arché, tanto en el tiempo como en el sentido del origen permanente que todo lo compone como elemento básico, sólo se aleja mínimamente de los mitos del Océano primordial, base de una importante faceta del pensamiento mítico asimilado en Grecia a partir de tradiciones orientales. Importa, sin embargo, considerar que la terminología utilizada, acerca de las transformaciones internas de la materia para dar lugar al conjunto complejo de la realidad, se orienta hacia una concepción procesual capaz de prescindir de la presencia de fuerzas externas, sobrenaturales, para explicar los cambios, cuestión básica en las preocupaciones de la época.
Un lenguaje en cierta medida oracular sirve a Anaximandro para exponer una concepción del mundo que alcanza un mayor grado de abstracción, tanto en el hecho mismo de que la génesis de los seres se halla para él en lo indeterminado, ta ápeiron, como en el de que los procesos que conducen en una u otra dirección hacia el nacimiento o la destrucción, se hallan igualmente en las relaciones internas de dike o adikía. Son éstos los conceptos desarrollados, al tiempo que se configuran relaciones nuevas entre los hombres dentro del ámbito de la polis.
Ambos, igual que Anaxímenes, proceden de Mileto, ciudad que desempeñó un importante protagonismo en todo el proceso definidor del arcaísmo, desde la migración jónica hasta la fundación de colonias, a través de las transformaciones internas que afectaron a las formas políticas, especialmente al hecho de haber experimentado el gobierno de los tiranos, y de los contactos con Oriente, factor estimulante de muchos de los fenómenos intelectuales del arcaísmo.
Sin embargo, posiblemente el caso más significativo procede de la ciudad de Éfeso, donde Heráclito, perteneciente a la basileia de la antigua comunidad, descendiente de los fundadores de la casa real ateniense que se encargaba del sacerdocio de Eleusis, es considerado el primero que fue capaz de percibir como real y racional, dentro de un sistema coherente de pensamiento, la existencia de los cambios y de las contradicciones. En Efeso, él mismo esta relacionado con el culto de Artemis, símbolo del papel de la aristocracia emigrante como elemento aglutinador del sincretismo, que hace de la divinidad aborigen, diosa de la fertilidad, un instrumento de la nueva coherencia que integra a los indígenas en relaciones desiguales.
Los fenómenos históricos se suceden allí también con gran rapidez y Heráclito es capaz de elaborar un sistema donde se percibe en sí mismo el cambio, del que es producto como elemento vivo y en sí mismo cambiante, pero también es al mismo tiempo su teorización. El lenguaje de Heráclito no dejó de ser oracular y gnómico, formado por sentencias enunciadas dogmáticamente, pero su contenido es la expresión misma del pensamiento antidogmático, inicio, en el paso de lo religioso a lo racional, de un modo de pensamiento que, según Thomson, encontrará su culminación en la dialéctica hegeliana, principio y fin de una tradición de pensamiento oculta tras las corrientes dominantes dogmáticas, arraigada en la concepción del mundo prerracional, en aquella concepción que, como expresión religiosa primitiva, no tiene problemas para asumir el hecho de que la realidad es profundamente cambiante y contradictoria.